El contenido de la llamada telefónica entre ambos mandatarios recoge la insistencia del estadounidense en las pesquisas sobre su rival político y su hijo. Será el arma de los demócratas para impulsar el ‘impeachment’.
AMANDA MARS|Nueva York 26 SEP 2019 – 10:07. Donald Trump pidió insistentemente al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, que investigase a su principal rival político del momento, el demócrata Joe Biden, y al hijo de este, Hunter Biden, por sus negocios en Kiev, en una conversación telefónica mantenida el pasado 25 de julio. En esa llamada, el mandatario neoyorquino señaló repetidas veces que hará que su abogado personal, Rudy Giuliani, y el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, le llamasen. “Y llegaremos al fondo del asunto”, dice. Así consta en la reconstrucción de ese diálogo hecha pública este miércoles por orden del propio Trump al día siguiente de que los demócratas hayan activado la investigación formal para un impeachment o destitución a raíz de este último escándalo.
“Se está hablando mucho del hijo de Biden [Hunter Biden, que tenía negocios en Ucrania mientras su padre, el demócrata Joe Biden, era vicepresidente con Barack Obama], que Biden detuvo la investigación y mucha gente quiere saber sobre eso, así que lo que puedas hacer con el fiscal general [de EE UU] será genial. Biden fue por ahí presumiendo de que había detenido la investigación, así que si puedes mirar eso… Suena horrible para mí”, dice en un momento de la charla, recogida en un memorando de cinco folios elaborado por personal de inteligencia. “Haré que Giuliani te llame y también que el fiscal general te llame y llegaremos al fondo del asunto. Estoy seguro de que lo resolverás”, afirma hacia el final de esa charla, para acto seguido rematar: “Vuestra economía va a ir mejor de lo que yo predije”.
El presidente también pide que se indague sobre la empresa Crowdstrike, la firma con sede en EE UU que se encargó de examinar el robo de correos del Partido Demócrata en verano de 2016 —uno de las grandes operaciones de la trama rusa de injerencia electoral— y lo atribuyó a Rusia. «Me gustaría que nos hiciesen un favor», esas son las palabras con las que empieza el caso que marcará lo que queda de la era Trump y, por supuesto, la campaña electoral de 2020.
Fuentes del Departamento de Justicia han negado que esa llamada prometida por Trump llegase a tener lugar, pero la bomba política ya ha estallado. El contenido de la conversación entre Trump y Zelenski será una de las principales armas de los demócratas para poner en marcha la maquinaria del impeachment. El magnate insiste en que sus comentarios no suponen presiones, pero la forma en que aborda el asunto, ofreciendo la colaboración de su abogado personal, del propio Departamento de Justicia, y la reiteración son dinamita, independientemente de dónde desemboque el asunto.
La tormenta política estalló en plena Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, apenas unas horas antes de que Trump y Zelensky se reunieran en persona. «Creo que ya lo han leído ustedes todo, no quiero involucrarme en las elecciones de EE UU. Tuvimos una buena llamada telefónica, hablamos de muchas cosas… Nadie empujó», respondió Zelensky en su reunión con Trump.
Sin embargo, en la llamada, Zelenski se muestra complaciente con el presidente del país más poderoso del mundo y tampoco sale bien parado de la publicación de sus palabras. Cuando Trump se queja del trabajo del fiscal anterior, que no halló motivos para procesar a Hunter Biden, Zelenski responde: “Estoy al corriente de la situación. Como hemos ganado la mayoría absoluta en el Parlamento el próximo fiscal general será 100% mi persona, mi candidato”.
Este miércoles por la tarde Trump insistió en que la llamada «fue perfecta». En su primera rueda de prensa tras el escándalo, defendió: «La caza de brujas continúa, pero van a salir muy mal parados de esta porque cuando miran la información es una broma. ¿Impeachment por eso? ¿Cuándo has tenido una reunión maravillosa, una conversación maravillosa?». También atacó a Biden, a quien acusa de maniobrar cuando era vicepresidente para frenar investigaciones sobre su hijo. Y prometió «transparencia» sobre este asunto.
Para buena parte de la oposición, sin embargo, es evidente la maniobra de influencia sobre un Gobierno extranjero con el fin de perjudicar las posibilidades electorales del exvicepresidente de Barack Obama, este verano claro favorito en las encuestas de las primarias demócratas. Un denunciante anónimo de la propia Administración presentó la queja y el director interino de Inteligencia Nacional, Joseph Maguire, rechazó entregarla al Congreso, lo que supone un incumplimiento de las normas. Esta tarde estaba previsto que esa denuncia se entregase a la Cámara. Y el jueves tiene lugar la comparecencia de Maguire ante el Congreso.
El presidente ucranio había tratado de salir al paso un rato antes bromeando sobre las presiones: «La única persona que puede presionar es mi hijo, que tiene seis años”, dijo a un grupo de reporteros, según recoge Reuters. “Nadie puede presionarme porque soy el presidente de un Estado independiente”, recalcó. Pero las palabras de esa charla de julio muestran que al hay al menos otra persona en el mundo, además de su hijo de seis años, con gran ascendente en él.
Un elemento crítico de este caso consiste en si Trump usó las ayudas estadounidenses a Ucrania como un mecanismo de presión. La Administración tenía retenidos 391 millones de dólares cuando tuvo lugar esa conversación, aunque se acabaron entregando en septiembre. En ningún punto de la charla aparece dicho asunto, si bien el mandatario estadounidense resalta desde el principio de la conversación todo el “esfuerzo y el tiempo invertidos” en su país. «Estados Unidos ha sido muy, muy bueno con Ucrania», añade, «no voy a decir que sea recíproco porque las cosas que están pasando no son buenas», sin concretar qué es eso que debería hacer Ucrania para que el buen trato sea recíproco.
Este caso ha supuesto el detonante final para convencer a los demócratas más recelosos de la necesidad de impulsar un proceso de impeachment contra Trump. Se trata de un proceso muy complejo, que difícilmente prosperará con el Senado de mayoría republicana, y que en ocasiones tiene un efecto bumerán contra el partido que lo pone en marcha, como demostró el proceso abierto contra Bill Clinton en 1998 (el presidente demócrata acabó ganando popularidad) a raíz del caso Lewinsky.
Trump ha reaccionado como lo hizo con la trama rusa, declarándose víctima de una “caza de brujas”. El fiscal especial de este caso, Robert S. Mueller, confirmó la injerencia del Kremlin en las elecciones presidenciales de 2016, con el objetivo de favorecer la victoria del republicano frente a la demócrata Hillary Clinton, pero no halló pruebas de colusión por parte del magnate neoyorquino o su entorno. Tampoco fue concluyente sobre si veía un delito de obstrucción a la justicia, alegando las limitaciones jurídicas de procesar a un presidente en ejercicio, y señaló que era el Congreso el que puede llevar a cabo un proceso de este tipo, gracias a esa destitución previa.
Una conversación mantenida el 25 de julio ha cambiado radicalmente el panorama. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, anunció el martes por la tarde la apertura de una investigación formal para el proceso de destitución alegando que el presidente de EE UU había cometido “traición a su juramento del cargo, a la seguridad nacional y a la integridad de las elecciones».